Uno de los momentos clave en la vida de todo nuevo dueño de perros o gatos es cuando toca decidir qué dar de comer a su nuevo amigo/a. Son muchos los motivos que nos llevan entonces a optar por alguno de los productos comerciales habituales como publicidad, recomendaciones, falta de información o la propia conveniencia.

Desgraciadamente, muchos de estos dueños, entre los cuáles nos encontrábamos, vuelven a replantearse el tema de la alimentación cuando estos comienzan a sufrir algún problema de salud como alergias, pancreatitis o problemas del tracto intestinal, por mencionar algunos de ellos. Y no son casos aislados, de hecho y de acuerdo con la PFMA (asociación de fabricantes de comida para mascotas en el Reino Unido), son cada vez más los casos de perros y gatos que sufren algún problema relacionado con la alimentación, como el sobrepeso (de un 30% a un 60% de los casos, según estadística consultada) o la diabetes.

Esto está provocando un despertar de los amantes de perros y gatos a los que empieza a preocuparles lo que sus animales consumen todos los días, según estudios propios el 63% tiene dudas de si la comida comercial como el pienso es lo más sano para su animal y el 5% ya ha empezado a prepararle la comida en casa, para estar completamente seguro.

La verdad sobre los piensos comerciales

La comida comercial o piensos no existen desde hace mucho cuando, a finales del siglo XIX, un empresario americano, en un viaje a Reino Unido, descubre a los perros buscando comida entre los barcos y decide darle solución comercial mediante galletas, los precursores de los piensos de hoy. Cien años dan para muchos avances, sin embargo, no es lo mismo el avance producido en la alimentación humana, tanto en variedad como en garantías, como en la de animales, a los cuáles en la mayoría de países se siguen considerando a ojos de la ley como cosas sin derechos jurídicos.

La consecuencia es que hoy, salvo contadas excepciones, no sabemos realmente lo que contiene la comida de mascotas convencional, por ejemplo:

**Ingredientes altamente procesados y calentados que han perdido la mayoría de sus nutrientes naturales.
**Químicos añadidos para compensar pérdidas por el proceso y para alargar la vida del compuesto.
**Excesiva cantidad de cereales y subproductos del cereal (mínimo de un 40% y hasta un 80%!) como componente principal.
**Ingredientes no identificados de manera individual, de manera que, de lote a lote, estos pueden cambiar según el precio del mercado
**Subproductos cárnicos de baja calidad, de los cuáles es imposible saber procedencia ni composición.

Pero si los piensos no son la respuesta, ¿cuál es?

Pues la dieta que la naturaleza les diseñó para comer durante miles de años, su dieta evolutiva, también llamada Alimentación Cruda Biológicamente Apropiada o BARF en inglés. La dieta BARF es simple en su filosofía y construcción; estudia la dieta de los ancestros de nuestros animales en su hábitat (lobo y gato salvaje) e imita ese tipo de régimen alimenticio usando ingredientes naturales crudos e integrales. En el caso del gato, que es un obligado carnívoro y un cazador, la dieta biológicamente apropiada está basada en gran medida en comida derivada de animales.

Básicamente, cualquier nutrición que imite una presa de animal fresca y cruda – en su totalidad – constituye una dieta biológicamente apropiada. En el caso del perro, que es un omnívoro (con un pasado carnívoro), un cazador y un carroñero, la dieta biológicamente apropiada se basa en un rango más amplio de comidas crudas principalmente de animales pero también de plantas. Tanto perros como gatos requieren además de huesos como una parte importante de sus dietas por una variedad de razones incluyendo los múltiples nutrientes, sin olvidar su efecto limpiador bucal natural. Los beneficios de cambiar a una alimentación BARF son múltiples, y tienen su origen principal en la mejora del funcionamiento gastrointestinal de los animales. Como ya decía Hipócrates “Toda enfermedad comienza en las tripas”.

Fuente: https://mimascotasaludable.com